La muerte es parte de nuestra vida y está a nuestro alrededor constantemente en todos los acontecimientos del entorno más próximo y el no tan próximo como las muertes que vemos a diario en informativos por ejemplo, así que es importante que aprendamos a hablar con sinceridad con nuestros hijos.
Ocho claves para explicar la muerte a los niños
- Lo más importante es la sinceridad y contestar con honestidad a todas sus preguntas para satisfacer su natural curiosidad. Si le decimos que el vecino al que veía todos los días se ha ido de viaje, se ha mudado o está en el hospital de forma indefinida, al final es inevitable que se entere de la verdad o que simplemente note que estamos mintiendo. De esta forma no sólo no estaremos dando respuesta a sus preguntas sino que además le damos el mensaje de que la información veraz la tiene que buscar fuera de nosotros, así que será un perjuicio en la buena comunicación a largo plazo.
Cuando le dijimos a nuestra hija Carmen que su abuelo había fallecido, después del primer momento de llanto, comenzó a preguntar cómo había sido todo, si había sido enterrado o incinerado, que cómo se incineraba a las personas y todo lo que se le pasó por la cabeza. Por suerte ella estaba de vacaciones con los otros abuelos cuando ocurrió todo y pudimos prepararnos para ese momento. - Aclararles exactamente en qué consiste la muerte biológicamente. No respiramos, el corazón deja de latir y se para y todos los órganos del cuerpo dejan de funcionar. Carmen esto lo entendía perfectamente y muy bien.
- Explicarles que la muerte es universal, que todos nos vamos a morir, aunque es excepcional cuando ocurre en personas jóvenes. Esto es algo que ellos ya han podido observar a lo mejor en animales como insectos por ejemplo.
- Deben comprender que la muerte es irreversible y que no hay vuelta atrás. A veces en los dibujos los personajes mueren y resucitan, o cuando ellos juegan, pero eso es parte del mundo de la fantasía y si queremos que asimilen la realidad de la muerte tienen que entender que es definitiva.
- No utilizar frases hechas o metáforas que sólo son eufemismos y no sirven más que para confundirlos. La metáfora del viaje puede hacer que se queden esperando que el ser querido vuelva, que se pregunten si va a venir a su cumpleaños, etc. Otras explicaciones habituales, como "el abuelo se ha quedado dormido", puede hacer que cojan miedo a quedarse dormidos ellos. O la de "nos está viendo desde el cielo" puede asustarles al creerse sometidos a una vigilancia. Es muy fácil caer en frases de este tipo, así que conviene pensar muy bien lo que les decimos.
- Tienen que saber que no es malo mostrar lo que sienten y es normal que estén tristes. Puede que manifiesten su tristeza en forma de rabia o enfados, por eso es importante tener paciencia, hablar con ellos, decirles que les comprendemos y que los adultos también nos sentimos mal. Si nos escondemos a llorar, pensarán que es algo malo que hay que ocultar y harán lo mismo.
Carmen se puso a llorar cuando se lo dijimos y su reacción fue normal y totalmente acorde a la situación que estaba viviendo. Aunque se nos rompía el alma al verla llorar, sabíamos que había que respetarla porque tenía todo el derecho a ponerse triste y lo único que hicimos fue decirle que la entendíamos, que era normal que se pusiera triste y la abrazamos. También ha tenido momentos de irritabilidad y enfado que yo asocio a lo ocurrido, pero ya ha pasado.
Aún cuando los días del suceso ya quedaron atrás, hay que tener claro y presente que la familia tiene un tiempo de vivencia del duelo que no consiste en vestirse de negro ni nada parecido. En este periodo hay que darse un respiro, ser benevolentes y comprensivos con nosotros mismos y saber que es normal cómo nos sentimos, a veces incluso raros, pero que todo pasará. - Ofrecerles la oportunidad de participar y despedirse y no mantenerles al margen. Los niños también tienen derecho a tener su momento o ritual de despedida. Queremos protegerles tanto y nos resulta tan insoportable el sufrimiento de nuestros hijos que les queremos evitar todo. Así pues les excluimos de algo que hay que vivir en familia y unidos y no les permitimos que se pongan tristes. Les mostramos que la tristeza es exclusiva de los mayores y que los niños tienen que estar siempre felices y contentos.
Si consideramos que no es adecuado que asistan al cementerio o tanatorio pueden hacer otras muchas cosas en casa como encender una vela, hacer un dibujo, escribir una carta, o lo que se nos ocurra. Como Carmen no estaba con nosotros cuando ocurrió todo, no hubo la opción de decidir si iría al tanatorio o no, algunos de sus primos sí que fueron. Sin embargo aún estaba pendiente el ir a recoger las cenizas, así que le preguntamos si quería ir y en seguida dijo que sí. Fue su oportunidad para tener su momento de despedida y de hacer tangible algo que es tan abstracto cuando sólo te lo cuentan. - Hablar de la persona querida es algo que les reconforta mucho. Acordarse de las cosas buenas y bonitas en momentos de tristeza puede servir como desahogo. Tiempo después Carmen tenía la necesidad de contarlo a las personas conocidas, muchas de ellas ya lo sabían. Era capaz de verbalizar que se había sentido muy triste cuando nosotros se lo dijimos y que el hecho de acordarse hacía que se emocionara. En esos momentos yo le permitía que expresara lo que sentía y le decía que era normal y empezaba a hablar de anécdotas de su abuelo y eso le gustaba. También ver fotos juntos del ser querido puede ayudar mucho.
#Nosin tus comentarios 0
Publicar un comentario
#Nosin tu comentario!!! ;)